
Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos.
Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos.
El terreno que mas listo para recibir y autoevaluarnos si seguimos las bienaventuranzas es el corazón. Porque es el corazón del hombre de donde provienen los homicidios, las maldades, las calumnias, las ofenzas y humillaciones. “Las explosiones más grandes de violencia como las guerras y las luchas comienzan en las pasiones que se agitan dentro del corazón del hombre”. No sólo hay violencia en las manos, existe también la de los pensamientos, porque si prestamos atención, dentro de nosotros se desarrollan continuamente procesos a puerta cerrada. Un tribunal, en el que somos fiscal, magistrado, juez y jurado y raras veces abogado, si no es a nuestro favor. Es nuestra conciencia que nos evalúa con nuestros propios valores. Las bienaventuranzas están orientadas a la práctica; impulsan a la imitación, acentúan la obra del hombre.
Por lo que respecta a las bienaventuranzas, los cristianos estamos llamados no sólo a la imitación de Jesús, sino también a la apropiación para vivirla con plenitud.
Todos tenemos un camino trazado por Dios, debemos conocerlo para poder vivirlo. La vida presente es corta, difícil, incierta. Debemos aprender a vivirla en plenitud, conociendo los planes de Dios. No estamos aquí por casualidad. Las maravillas que vemos en la Creación visible, nos deben preparar para vivir intensamente, otras que se encuentran en otra Creación invisible, que conocemos con el nombre de eternidad, en un lugar más superior, que tiene el nombre de Cielo.
El plan de dios, ya está en el mundo desde hace 2000 años. Pero muchos no lo conocen. El Hombre-Dios, Cristo Nuestro Señor vino a enseñarnos con su Vida, Pasión y Muerte, una doctrina de amor.
Las bienaventuranzas tienen un carácter ético en cuanto nos informan de los valores centrales del reino, que están en tensión y a veces incluso en abierta oposición con los conceptos de felicidad de nuestra sociedad de hoy. Las bienaventuranzas pueden considerarse bien como una expresión de condiciones morales para entrar en el reino de los cielos. Las Bienaventuranzas, expresan cómo debe ser la vida del cristiano, dónde está su verdadera realización y cómo logrará obtener no sólo la felicidad, sino la vida eterna. No en vano las bienaventuranzas han sido llamadas "El compendio del Plan de Dios para el Hombre".
Gran parte de la enseñanza de Jesús se ocupó de la conducta humana. En el sermón del monte se concentra de forma especial la enseñanza ética del maestro de maestros, que reúne las perspectivas tanto de una ética sapiencial como teológica.
Las bienaventuranzas transmiten palabras cargadas de fuerza, radicalidad, esperanza, convicción, contraste, autenticidad, compromiso y de una visión de vidas transformadas íntimamente, que manifiestan el gobierno de Dios y proclaman su reino.
Toda enseñanza ética de Jesús es sencillamente una exposición de la ética del Reino de Dios, de la manera en que los hombres se conducen inevitablemente cuando se colocan de hecho bajo el gobierno de Dios
No podemos entenderlas como nuevos mandamientos a seguir, sino como una amorosa comprensión de la situación que vivían los que buscaban a Jesús. Los inquietos que acudían a Él eran personas sumida en el dolor ocasionado por la pobreza, la opresión injusta, la enfermedad, la falta de pan. Jesús les dice que dichosos ellos, pero no por su dolor presente, sino por la liberación. Él los acepta así, en su triste situación, y les da la buena noticia del Reino, cuando de veras serán dichosos. Es un mensaje de esperanza a los desesperados.
El Catecismo explica de modo preciso el significado de estas “La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor” Entonces se cumplirán porque aprenderemos a compartir, a consolar, a ser justos, a ver por esos pequeños, nuestros hermanos.
Y, tan sólo así, también nosotros seremos bienaventurados y nos haremos dignos del Reino que nos espera de acuerdo a nuestros actos.